Los mitos en el psicoanálisis: La pulsión.
Psicología ES

Los mitos en el psicoanálisis: La pulsión.


La creación de mitos siempre ha sido necesaria en las culturas para redefinir orígenes, recrear historias, darle sentido a las culturas.
Sigmund Freud, el creador del psicoanálisis, no desconocía el valor del mito, incluso como agente de transformación social, es por eso que llega a crear una mitología para fundamentar el origen del sujeto del inconsciente, el sujeto psíquico, realizando una especie de lógica psicomitológica a partir de conceptos fundamentales como el de la pulsión. .
A muchos psicoanalistas le incomoda hacer uso de la pulsión, a unos porque les parece un termino muy biológico, una etapa que hay que olvidar en Freud; a otros porque les parece un termino muy alejado de la ciencia, una especie de mito del que hay que alejarse porque ha costado mucho trabajo y sigue costando demasiado, introducir al psicoanálisis dentro de las disciplinas científicas. La idea en este trabajo es mostrar que tanto los unos como los otros tienen razón. Freud casi siempre que hablaba de pulsión se apoyaba en la biología de su época, ahí su carácter mítico, ¿qué más mítico que creer que todo los que nos aqueja, duele y sentimos proviene de nuestro cuerpo, de unas neuronas o para ir más allá, de nuestros genes?
Ir hasta el origen, así sea por Tótem o por genes, e sir al origen, lo cual no es otra cosa que el encuentro con el mito.
Todo mito (así sea el genético) tiene su valor de verdad, en eso es válido traer la frase del psicoanalista francés Jacques Lacan, cuando dice que todo mito tiene su valor de verdad porque la verdad sólo puede expresarse en forma mítica. (Lacan, 1952).
El mito no debe considerarse solamente como un relato fantasioso y carente de verdad, el mito posee la virtud de hacer resonar verdades que de otro modo no pueden ser dichas, por eso Lacan muy tempranamente en su obra nos habla del mito como aquello que se encuentra en la experiencia analítica y como este puede decir algo de la verdad en un sujeto
“Se trata de algo que intentaremos expresar en una fórmula esencial que muestra como en el seno de la experiencia analítica se encuentra algo que hablando con propiedad, se denomina, mito. El mito es precisamente lo que puede ser definido como otorgando una fórmula discursiva a esa cosa que no puede transmitirse al definir a la verdad, ya que la definición de la verdad sólo se apoya sobre sí misma, y la palabra progresa por sí misma, y es en el dominio de la verdad, donde ella se constituye” (Lacan, 1952)
El mito sirve de soporte a una realidad de un sujeto en una cultura, soporte que vendría a ser valedero para esos sujetos en esa cultura, por eso el psicoanalista André Green acudiendo al psicoanalista Winncicott, lo llama, el objeto transicional colectivo (Green, 2005). Por medio de esta mitología esos sujetos podrían aproximarse a la verdad, la de ellos, una verdad cultural, aquí hay que traer a colación otra frase de Lacan el cual dice que “La verdad tiene estructura de ficción” (Lacan, 1968 – 1969)
Así como el sujeto y la cultura han necesitado de los mitos para hablar de un origen, de un nacimiento, de una constitución, así el psicoanálisis no puede escapar a la construcción de su propia mítica al hablar de la fundación de un sujeto, de su psiquismo, y es ahí donde Freud descubre la dimensión del mito.
La psicomitología freudiana aunque suene paradójico (por aquello de la exclusión del mito – falsedad de la verdad - ciencia) va a fundamentar una epistemología que a su vez es el núcleo de esa disciplina llamada psicoanálisis o como el mismo Freud la definió, llamándola “metapsicología.” La lógica mitológica o metapsicología va a girar sobre unos pilares que son el inconsciente, la represión, la transferencia y la pulsión.
Precisamente el inconsciente y la pulsión van a poseer un estatuto mítico, primero por su carácter fundador de un psiquismo inconsciente y pulsional (sujeto del inconsciente y sujeto de pulsiones), segundo, debido a que el inconsciente como la pulsión no son posibles de conocerse directamente, de ellas sólo es posible saber por medio de sus representaciones, es más, si se pudiera definir el psiquismo desde le psicoanálisis con una sola palabra, esta podría ser “representación”. Las representaciones son primeramente para la teoría psicoanalítica huellas mnémicas, recuerdos e impresiones inconscientes que se van constituyendo mediante investiduras; sin entrar a profundizar sobre toda estos conceptos (que no es más que la metapsicología, lo cual no sólo una tarea extensa sino compleja) todo esto nos remite al origen del sujeto psíquico y como este se constituye, y en el centro de ese sujeto encontramos a la pulsión.
“La doctrina de las pulsiones es nuestra mitología, por así decir. Las pulsiones son seres míticos, grandiosos en su indeterminación. En nuestro trabajo no podemos prescindir ni un instante de ellas, y sin embargo nunca estamos seguros de verlas con claridad. Ustedes conocen el modo en que el pensamiento popular se maneja con las pulsiones. Supone tantas, y de tan variadas clases, como necesita: una pulsión de reconocimiento por los demás, de imitación, de juego, de socialidad, y muchas otras de este tipo. Podría decirse que las toma, espera a que realicen su particular trabajo, y las vuelve a dejar. Desde siempre tuvimos la vislumbre de que tras esas múltiples y pequeñas pulsiones tomadas en préstamo se ocultaba algo serio y poderoso, algo a lo que debíamos acercarnos con precaución” (Freud, 1932)
La pulsión es como ese eslabón perdido que enlaza muchos aspectos, por eso Freud la define como el nexo, la ligazón entre lo anímico y lo corporal, entre lo psíquico y lo somático, pero avanzando un poco más allá, la pulsión es el nexo entre el individuo y lo social, es aquello que sostiene lo subjetivo, es ese quehacer de un sujeto en lo social, lo colectivo y lo cultural, ahí lo mitológico de la cuestión
“En necesario repensar el terreno atribuido a las pulsiones, ya que estas, poco domesticables y menos sensibles de lo que se cree a la acción civilizadora, constituyen el fin último de nuestra acciones y en su esencia son conservadoras, tal como dice Freud. Porque ahí donde nos sorprende o choca el comportamiento de nuestros semejantes, ahí donde vemos la actuación cínica y sin reservas de un ilimitado apetito de goce, ahí donde la apropiación de ganancias no reconoce condiciones, ahí donde causa estragos el fanatismo religiosos, ahí donde el poderío rechaza el más mínimo contrapoder, ahí donde la dominación es absoluta, pues bien, ahí habla nuestra mitología: la teoría de las pulsiones, señalada en esa forma por Freud” (Green, 2005)
La imposibilidad de acceder a la pulsión van abonando el terreno de lo mítico, en donde sólo nos toca interpretar “eso que habla” escucharlo (de ahí se fundamenta una teoría y una práctica que desde Freud se llama psicoanálisis.
El mito es la base del inconciente, pero todo mito necesita de unos personajes (como en el teatro) de ahí que Freud recurra a Edipo, hay que entender que el Edipo no es aquello que una mala traducción ha hecho, explicándolo desde la manera más simple y vulgar “el niño se quiere acostar con la mamá, o la niña con el padre”. Este mito sirve para que un sujeto organice sus relaciones familiares; esto es la “singularidad” de su tragedia edípica, la dramática, es decir, el escenario, los personajes, los ropajes que “prestará” como sostén a su deseo, es decir: sus fantasmas. El Edipo es un mito que el psicoanálisis convirtió en moderno, y ese mito ya no sólo puede operar a manera de explicar los orígenes de un sujeto sino también de una colectividad (lo cual Freud trató de realizar en Tótem y Tabú, Porvenir de una Ilusión, Malestar en la Cultura, entre otros), este opera tratando de explicar los laberintos de un sujeto dentro de un contexto familiar y social.
“Para Lacan el inconciente son las ruinas del saber mítico cuya localización es en el inconciente porque la sociedad reprimió a partir de este momento histórico al saber mítico… Para Lacan el inconciente socialmente hablando es la ruina del saber mítico, como el saber mítico fue reprimido advino una interiorización del mito y por eso tenemos el mito individual del neurótico, porque ahora los mitos son individuales porque ha sido reprimido el mito como explicación social, que comienza con la racionalidad de la filosofía antigua en Grecia siglo 5 antes de Cristo. Con el advenimiento de la ciencia moderna no quedó nada”(Eidelzstein)
El mito de Edipo se complementa con la construcción de otro mito llamado el mito del padre de la horda primitiva, este es expuesto y fundamentado en el texto llamado "Tótem y Tabú". En este se comenta el asesinato del padre de la horda primitiva. Tratando de no discutir sobre la veracidad de este relato (para no caer en la discusión ineficaz de veracidad y mito) lo este quiere explicar es que al partir de un asesinato mítico (el del padre de la horda), como los posibles asesinos (los hijos del padre), ingresan en un nuevo orden social. La tarea del psicoanálisis es construir un saber para entender la cultura después de ese asesinato originario o fundante estableciendo un paralelo entre el desarrollo de la cultura y el del sujeto.
La cultura se sostiene de sus representaciones, si estas desaparecen también desaparecerá el acceso al mito, a la pulsión y al inconsciente, por consiguiente de la desaparición al acceso de esa misma cultura. El problema de la ciencia moderna es que elabora relatos cercanos a los mitos (el mito de la genética) pero estos no pueden acceder a ese carácter por su incapacidad de no permitir un lugar para la entrada de un sujeto a una cultura, “ser social”, estos no pueden introducir o “iniciar” aun sujeto dentro de un contexto sociocultural, un “gen” es sólo eso: un gen, en palabras de Lacan, estos “genes” no podrían representar a un sujeto ante nada ni nadie “Un significante es lo que representa a un sujeto ante otro significante”,
Los “genes” podría representar a un sujeto en una cultura solamente que estos se construyeron con una historia, para eso necesita de otros sujetos que hicieran ese trabajo de historización, si esto no llega a suceder, el lazo social de ese “gen” individuo no se sostendría.
Los genes a pesar de su “información”, serían como un “montón de cosas” inútiles, sin sentido. Para que advenga un sentido a ese montón de información necesitaría de algo que lo origine, que lo ordene y lo funde, necesita de la mitología, si ésta no aparece, la genética y otros avances de la “ciencia” sólo podrán autoalimentarse así mismos, sin saciarse jamás, lejanos a esas subjetividades. No por nada los descubrimientos “científicos” poco o nada le dicen a la gente, y por eso es que cada vez la practicas religiosas, místicas, las filosofías orientales y de la nueva era alcanzan más auge, ellas reemplazan los grandes mitos ordenadores de la antigüedad, permitiendo un “sentido” a sus sufrimientos, pesares, dudas e interrogantes.
En el caso del psicoanálisis, el mito opera para darle sentido a un sujeto, para darle sentido a una historia, el Edipo explicaría como se va construyendo esos fantasmas, imaginarios, representaciones, a través de una historia familiar, todas esas conjugaciones permitirá la construcción de un sujeto del inconsciente, de un sujeto pulsional, por eso para el psicoanálisis en cada sujeto existe un mito que a su vez va a constituir y permitir lo social, que no es más que los lazos que establecen esos sujetos del inconsciente y las pulsiones. Si todo esto no es un mito, ¿qué es? Afortunadamente lo es, ya que estos mitos además de permitirle a un sujeto darse un sentido, este a su vez va a poder transformarlo, reelaborándolo, reescribiéndolo, para que así sea transformado ese contexto donde se vincula y realiza lazos con otros sujetos, permitiendo transformaciones sociales. En pocas palabras esto sería lo que Freud llamaría pulsión de vida, lo contrario seria la pulsión de muerte. La pulsión de vida permite ligazones (Freud, Green), lazos (Lacan), vínculos (Bion, Pichón Riviere) o intersubjejtvidad (Kaës). Las de muerte, lo contrario, a que estas no se formen: 

“En algún momento de esta indagación se nos impuso la idea de que la cultura es un proceso particular que abarca a la humanidad toda en su trascurrir, y seguimos cautivados por esa idea. Ahora agregamos que sería un proceso al servicio del Eros, que quiere reunir a los individuos aislados, luego a las familias, después a etnias, pueblos, naciones, en una gran unidad: la humanidad. Por qué deba acontecer así, no lo sabemos; sería precisamente la obra del Eros. Esas multitudes de seres humanos deben ser ligados libidinosamente entre sí; la necesidad sola, las ventajas de la comunidad de trabajo, no los mantendrían cohesionados. Ahora bien, a este programa de la cultura se opone la pulsión agresiva natural de los seres humanos, la hostilidad de uno contra todos y de todos contra uno. Esta pulsión de agresión es el retoño y el principal subrogado de la pulsión de muerte que hemos descubierto junto al Eros, y que comparte con este el gobierno del universo. Y ahora, yo creo, ha dejado de resultarnos oscuro el sentido del desarrollo cultural. Tiene que enseñarnos la lucha entre Eros y Muerte, pulsión de vida y pulsión de destrucción, tal como se consuma en la especie humana. Esta lucha es el contenido esencial de la vida en general, y por eso el desarrollo cultural puede caracterizarse sucintamente como la lucha por la vida de la especie humana” (Freud, 1930)
Freud es claro en el anterior párrafo para decirnos que en la lucha de pulsiones “inmortales” el psicoanálisis debe acompañar a la pulsión de vida, no por que sea buena o mejor que la de muerte, sino porque esta impulsa un proyecto, la vida de un sujeto en una sociedad. El problema es que en la actualidad ese miso sujeto ayudado por cierta ciencia quieren desconocer esos mitos, no quieren saber nada de sus orígenes mitológicos, inconscientes y pulsionales (de vida), para que impere el desconocimiento y el sinsentido de la muerte, por eso el psicoanálisis no es una labor desmitificante, al contrario, mitificante, crea una mitología para sostener la subjetividad, la crea no para oscurecer, sino al contrario, para esclarecer, el origen de un sujeto y la cultura.




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