Trastornos de la personalidad
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Trastornos de la personalidad


Los trastornos de la personalidad alteran la personalidad del individuo, algunos cambian la forma de pensar, la forma de actuar e incluso la percepción.
Los trastornos de la personalidad suelen ser afecciones duraderas, casi de por vida, con las que una persona resulta inflexible, mal adaptada a su entorno, causante de frecuentes problemas laborales y sociales que generan molestias y daños a la propia persona y a los demás.
Actualmente un gran número de personas sufre algún tipo de trastorno en su salud psíquica que afecta seriamente su calidad de vida. Muchas de ellas no lo sabe o se niegan ha aceptarlo, pero también esta el caso contrario, menos común, en que personas sanas creen estar enfermas.
Se trata de alteraciones mentales que por lo general suelen ser profundamente dolorosas para el que las padece y para sus familiares y amigos. Toda la vida suele convertirse para ellos en una tortura y en casos extremos su estado les puede llevar a la incapacidad más absoluta para realizar incluso las tareas más simples.
El trastorno mental suele surgir de forma solapada sin que las personas allegadas se den cuenta de los cambios que se van efectuando en el enfermo. Solo cuando el paciente toca fondo o su comportamiento le delata suena la voz de alarma. Incluso, es frecuente que el paciente no sea consciente, no se dé cuenta que ya no es el mismo, que está enfermo y necesita ayuda.
Muchas veces la persona enferma puede experimentar una pérdida parcial o total del contacto con la realidad. Su comportamiento y pensamiento se ven invadidos por ansiedad, depresión, intensos miedos o fobias, conductas obsesivas, perturbaciones del pensamiento, paranoias, delirios, alucinaciones, manías, etc.
Su capacidad de afrontar los problemas cotidianos se ve gravemente afectada, apareciendo la culpa, la vergüenza, la pérdida de autoestima y confianza en sí mismos. Incluso el propio cuidado personal se deja de lado.
En consecuencia, la persona afectada sufrirá un deterioro en diversas áreas de su vida, que le hará aun más difícil una adecuada integración en su entorno familiar y social. Las particularidades de los trastornos mentales suelen causar incomprensión y malentendidos de las personas que les rodean lo que derivará en culpabilizaciones, tensiones y sobre todo mucho sufrimiento.
 
Clasificación
La división de los trastornos en clases es todavía inexacta, y las clasificaciones varían según las escuelas y doctrinas psicopatológicas. Para uniformar criterios, la Organización Mundial de la Salud (OMS), creó el DSM, clasificación de los trastornos mentales universal, que ha conocido hasta la fecha varias versiones.
La mayoría de los sistemas de clasificación reconocen los trastornos infantiles, como categorías separadas de los trastornos adultos. También la mayoría trata de distinguir entre trastornos orgánicos, los más graves provocados por una clara causa somática, fisiológica, relacionada con una lesión o una falla estructural en el cerebro, y trastornos no orgánicos, a veces también denominados funcionales, considerados más leves.
En parte, desde esta distinción en función de la gravedad y de la base orgánica, se diferencian los trastornos psicóticos de los neuróticos. De forma general, psicótico significa un estado en el que el paciente ha perdido el contacto con la realidad, mientras que neurótico se refiere a un estado de malestar y ansiedad, pero sin llegar a perder contacto con la realidad. En su extremo, como formuló Sigmund Freud, el fundador del psicoanálisis, todos somos "buenos neuróticos", en tanto que los casos de psicosis son contados. Los más comunes son: la esquizofrenia, la mayor parte de los trastornos neurológicos y cerebrales (demencias), y las formas extremas de la depresión (como la psicosis maniaco-depresiva). Entre las neurosis, las más típicas son las fobias, la histeria, los trastornos obsesivo-compulsivos, la hipocondría y en general todos aquellos que generan una alta dosis de ansiedad sin que haya desconexión con la realidad.
 
Trastornos infantiles
Algunos trastornos mentales se hacen evidentes por primera vez durante la infancia, la pubertad y la adolescencia. La hiperactividad, desorden que parte de un déficit en la atención y la concentración, se traduce en un exceso de ímpetu en el sujeto que la padece, haciéndolo incapaz de organizar y terminar su trabajo, de seguir instrucciones o perseverar en sus tareas, debido a una inquietud constante y patológica.
Los trastornos de ansiedad comprenden el miedo a la separación (de la casa y los padres), evitar el contacto con los extraños, y en general, un comportamiento pusilánime y medroso.
Los trastornos mentales invasivos se caracterizan por la distorsión simultánea y/o progresiva de varias funciones psíquicas, como la atención, la percepción, la evaluación de la realidad. Un ejemplo es el autismo infantil, trastorno caracterizado por el desinterés del niño hacia el mundo que le rodea.
Entre los demás trastornos infantiles están los problemas del comportamiento: la bulimia (apetito insaciable), la anorexia nerviosa (negación a comer), los tics, el tartamudeo y otros trastornos del habla, y la enuresis (incapacidad de controlar la micción, generalmente por las noches).
 
Trastornos orgánicos mentales
Este grupo de trastornos se caracteriza por la anormalidad psíquica y del comportamiento asociada con deterioros transitorios o permanentes en el funcionamiento del cerebro. Los desórdenes tienen diferentes síntomas, según el área que esté afectada, y según la causa, duración y progreso de la lesión. El daño cerebral puede proceder de una enfermedad orgánica o del consumo de alguna droga nociva para el cerebro, o de alguna enfermedad que lo altere indirectamente por sus efectos sobre otras partes del organismo.
Los síntomas asociados con los trastornos orgánicos mentales pueden ser el resultado de un daño orgánico, o la reacción del paciente a la pérdida de capacidades mentales. Ciertos trastornos presentan como característica principal el delirio o un estado de obnubilación de la conciencia que impide mantener la atención, acompañado de errores perceptivos y de un pensamiento desordenado e inadaptado a la realidad. Otro síntoma frecuente de los trastornos orgánicos como la enfermedad de Alzheimer, es la demencia, definida por fallos en la memoria, el pensamiento, la percepción, el juicio y la atención, que interfieren con el funcionamiento ocupacional y social. La demencia senil se da en la edad proyecta, y produce alteraciones en la expresión emocional (apatía creciente, euforia injustificada o irritabilidad).
 
Dos tipos de trastornos.

La psicosis:
Este termino se refiere a las enfermedades mentales que alteran profundamente la personalidad. Estas graves afecciones suelen ser de origen orgánico. Las relaciones del sujeto consigo mismo, con los otros, con el mundo exterior quedan falseadas. El psicótico cree que es imposible restableces estas relaciones. Su universo es irreal, sus perspectivas están radicalmente deformadas.
 
La neurosis:
Trastorno grave del psiquis con desórdenes en el comportamiento. Sin embargo, al revés de lo que sucede en la psicosis, la neurosis no es una enfermedad constitucional: el sujeto es consciente de su estado y desea vivamente curarse. La neurosis se manifiesta en actitudes y afectos aberrantes. Así, la «neurosis de fracaso» o «de destino» impulsa al sujeto a adoptar puntos de vista, o a tornar decisiones contrarias a sus intereses. La «neurosis obsesiva» le impulsa a ejecutar rituales complicados para combatir sus temores del polvo, de los microbios, de los objetos puntiagudos, etc. En la fobia o «crisis de angustia» el enfermo no puede soportar hallarse en un lugar cerrado o atravesar espacios abiertos.
Según Freud, todos estos síntomas proceden de complejos sexuales que se remontan a la primera infancia. Adler explica la neurosis de fracaso como una deformación del sentido de la vida. Para Jung, se trata en general de trastornos en el desarrollo de la personalidad. Para curar la neurosis se emplea la cura psicoterapéutica, y en particular el psicoanálisis. Junto a estos grandes trastornos del psiquis, se observan también otros menores que caracterizan lo que suele llamarse las personalidades neuróticas». Por ejemplo, en la hipocondría, el sujeto se preocupa exageradamente de su salud; en la impotencia o en la frigidez, es incapaz de experimentar los placeres normales de la sexualidad, en la depresión, abdica ante las dificultades de la vida.
Entonces la distinción entre neurosis y psicosis de basa en un criterio esencial: la percepción de la realidad conservada en la neurosis y alterada en la psicosis, lo que causa anomalías a veces del comportamiento, "La locura en el lenguaje corriente”. Sin embargo en la vida diaria, ciertas formas de psicosis son menos peligrosas que ciertas neurosis graves.
 
Las reacciones neurótica agudas o crisis de angustia son frecuentes, las ha sufrido cualquier persona a pequeña escala. Se asocia una sensación de miedo intenso con manifestaciones somáticas, a veces en primer plano: sudores, temblores, palpitaciones, trastornos respiratorios, vértigos, diarreas, dolores abdominales, etc., vividas en un contexto de demencia, El sujeto puede estar agitado, nervioso con síntomas somáticos engañosos, a veces un falso infarto, por ejemplo.
Generalmente son reacciones a grandes shocks emocionales (catástrofes, accidentes), a situaciones penosas o dramáticas (Exámenes, duelos, frustraciones masivas) o al dolor físico.
 
Las neurosis son enfermedades de la personalidad caracterizadas por conflictos intra-psiquicos que inhiben las actuaciones sociales, perturban más el equilibrio interior del sujeto que alteran sus relaciones con la realidad, en este sentido, son enfermedades mentales relativamente "menores", contrariamente a las psicosis.
Síntomas neuróticos. Son trastornos del comportamiento, de los sentimientos y de las ideas que sirven para luchar contra la ansiedad, expresando al mismo tiempo un conflicto interno. los más frecuentes son los trastornos la sexualidad (impotencia y frigidez sobre todo), la inestabilidad del humor, los trastornos del sueño, el estado permanente de fatiga.
Él Yo neurótico es Un yo que no ha resuelto los problemas de su identificación y que está en conflicto consigo mismo. El neurótico es siempre o casi siempre Un ser cuyo carácter es patológico, es decir, cuya manera de ser está fijada y estereotipada en forma de disposición a la angustia, introversión, a los escrúpulos o, por el contrario, a la exaltación imaginativa y apasionada.
El neurótico es Un hombre para quien los problemas de la coexistencia con el otro son insolubles, pues no alcanza su propia identificación. También sufre Un cierto malestar frente a sí mismo y a los otros, que se va experimentando como una angustia en la que se mezclan sentimientos de vergüenza, culpabilidad, deseo de castigarse, la decepción de las frustraciones, los complejos de inferioridad, etc., por esto, el neurótico tampoco llega a identificarse consigo mismo.
Estos trastornos que sufre el neurótico hace que reaccione con mecanismos de defensas neuróticas como las fobias, las obsesiones y la histeria. crisis de angustia. Se caracteriza por un fondo permanente de angustia, con traducción psíquica y somática, sobre el cual pueden establecer crisis agudas (reacciones neuróticas agudas).
En la neurosis fóbica, la ansiedad se cristaliza en ciertos «tabúes» cuyo acercamiento engendra el terror. Miedo de ciertos animales, de ciertos espacios (agorafobia, claustrofobia). de los medios de transporte, de sonrojarse en público, etc.
Para tranquilizarse, el sujeto tiene el recurso principalmente de esquivar el objeto temido y de huir; la presencia de una persona que le acompañe; hasta la provocación del peligro (conductas contra-fobicas).
El histérico recurre a la hiperexpresividad tanto en el plano psíquico (hasta el treatrismo) como en el plano somático en el que pueden encontrarse todos los dolores y las disfunciones; síncopes y crisis convulsivas, estados secundarios (especie de sonambulismo despierto), parálisis, contracciones, etc.
El sujeto afectado de neurosis obsesiva se ve invadido de preocupaciones exclusivas (obsesiones por la limpieza, por el infinito, por las verificaciones interminables, etc.) contra las que no cesa de luchar, sobre todo por medios mágicos (fórmulas mágicas repetidas mentalmente, por ejemplo). Esta lucha agotadora, sobre todo si implica el temor a los actos agresivos (realizados excepcionalmente), se acompaña de sentimientos de duda, de irrealidad, de extrañeza o de perplejidad.
En el curso de las neurosis, la terapéutica medicamentosa sólo es eficaz sobre las angustias la mayor parte de síntomas se le escapan, por lo cual se han propuesto numerosos tratamientos psicoterápeuticos, generalmente de larga duración, que exigen la participación activa del sujeto que desea «asumir sus dificultades» y «hacerse cargo» de su existencia.
Junto a estos grandes trastornos del psiquis, se observa también otros menores que caracterizan lo que suelen llamarse "personas neuróticas". Por ejemplo en la hipocondría, o la impotencia.





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