Psicología ES
El largo viaje de la paternidad
El siguiente articulo fue publicado originalmente en la revista
"Crecer en Familia" Nº 28 de Marzo/Abril 2014
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Tu sonrisa se hizo el pan con dulce de mis
mañanas. Todavía no sé nombrar este
amor que me desarma. Cuando te veo
así, panzón y filibustero, lo único que me
importa, ahora sí, es llegar a viejo.
Iván Noble “Bienvenito”
Serían cerca de las cinco de la tarde, de un día cualquiera del año pasado. Me recuerdo caminando sereno por los patios del colegio, como cada día, con la intención de recoger a mis hijos en sus respectivas aulas.
Al acercarme a la clase de mi hija, observé a un hombre charlar con la maestra.
Sostenía la manita de una niña de unos 4 años. Un padre, una profe, sonrisas, complicidad, un hasta mañana. Una escena cada vez más habitual en la salida y entrada del colegio de mis hijos.
Somos muchos –quizá todavía en franca minoría-, los que entre padres, madres y cuidadoras llevamos y recogemos a nuestros niños y niñas en los coles. Una escena no tan frecuente, sin ir más lejos, diez años atrás; me saludan, intercambiamos una sonrisa y la complicidad de sabernos parte de una generación que, por lo menos, está intentando hacer las cosas diferentes en relación a
nuestra presencia en la educación de nuestros hijos. Y aunque no conozco sus nombres, a veces en un traje o en su ropa, a veces en la prisa o tal vez en los papeles que sueltan en el coche, intuyo sus profesiones, sus vidas y sus preocupaciones. Probablemente porque nos parecemos mucho; quizá porque las suyas no estén tan lejos de las mías. O, ¿tal vez sí?
¿QUÉ PASA CON LOS PADRES?
¿Qué está sucediendo con los hombres y, en particular, con aquellos que son padres en este principio de siglo, este comienzo de década? De pronto vemos padres en los parques, en los coles, en los festivales de los niños o en los cines. A algunos afortunados nos piden que escribamos libros sobre ello y nos llaman para dar conferencias sobre «nuevas paternidades». Las redes sociales, otrora copadas por madres y blogs de maternidad, ya se dejan teñir de testimonios de padres reclamando un lugar, un espacio desde donde aportar nuestra visión, nuestro sentir, nuestra presencia.
Desde mi punto de vista, es un hecho que algo ha cambiado en cuanto al rol del padre en el sistema familiar. Tanto en lo que tiene que ver con la pareja, como con lo que tiene que ver con la crianza y la educación. La corresponsabilidad empieza a ser un hecho y un grito desesperado desde muchas familias a toda la sociedad. No son la sociedad ni el sistema los que han llamado la atención de los hombres para redefinir su rol.
Ha sido exactamente al revés: son algunos sistemas familiares los que se empeñan en ofrecer modelos diferentes de gestión a toda la sociedad. Padres con jornadas reducidas o excedencias para cuidar de sus hijos, padres corresponsabilizados en lo doméstico y en el ocio, padres más presentes, padres conectados con lo más esencial de la paternidad: su enorme carga emocional.
Y aquí viene la mala noticia. ¿Está realmente tan extendido este modelo de padre presente y consciente como parece? Honestamente, no lo creo.
Porque como digo, la paternidad es un proceso profundamente emocional y los hombres no vamos sobrados de este tipo de conciencia.
En cierta ocasión le pregunté a un alumno de uno de mis cursos que «cómo se llevaba» con su «mundo emocional» y me contestó preguntándome: «¿Qué es eso? ¿A qué te refieres». Y no. No era una broma, tal como pensó el resto del aula. Realmente no sabía de lo que le hablaba. Quizá sea éste un ejemplo radical, sin embargo sirve para ilustrar el punto de partida de los hombres de cara a un nuevo rol familiar y social. Un rol de sostén emocional del sistema familiar, de conexión y de presencia con la pareja y los hijos, para el que no sólo no hemos sido educados, sino que probablemente existan todo tipo de resistencias para que se desarrolle.
Desde mi punto de vista, los hombres apenas nos permitimos sentir. Cuando ni siquiera le podemos poner nombre a lo que sentimos… ¿Cómo digerir y manejar la paternidad? ¿Qué nos queda cuando la paternidad no consigue pasar por las emociones y el sentir? Nos quedan la cabeza y las razones. Nos queda un discurso aprendido, y nos quedan los escondites donde encontrarnos con otros hombres como nosotros, resultado de todo un modelo de educación. Nos queda el fútbol, la política y nuestros trabajos. Nos queda un viejo y ancestral rol, profundamente desigualitario hacia nuestras parejas, vergonzoso en lo que a la educación de los hijos se refiere, puesto al servicio de perpetuar un sistema intolerante, injusto y muy poco solidario. Creo que ése es un rol que necesitamos descartar para construir una sociedad diferente, donde los hombres padres podamos ser (también) el referente emocional de nuestros/as hijos/as, ese referente emocional y masculino que por cierto, nosotros no tuvimos.
PADRES EN LOS PARQUES
El progresivo cambio cultural es incipiente pero, en relación a nuestros padres, parece que el avance es claro. Estamos viviendo un tipo de padre que algunos llaman moderno, un padre del que se hacen eco las campañas publicitarias, un padre algo más corresponsable, más logístico si cabe el término, más cogestor, junto a su pareja, de todo el entramado familiar. Como decíamos, vamos viendo cada vez más padres recogiendo niños en las escuelas, asistiendo a las reuniones y las tutorías. Ya casi no conozco padres que a día de hoy no cambien pañales, o no den biberones si es el caso, acompañen la lactancia materna o les acuesten y les lean un cuento. Y, ¿antes del nacimiento…? En mi experiencia, todavía vemos pocos padres en las ecografías, en el acompañamiento del embarazo, implicados en «su barriga» desde el predictor, en los cursos de preparación… Muy pocos.
El año pasado, en el congreso Nacer del agua, me abordó un chaval muy joven en el café. Me felicitó por la conferencia y me dijo que estaba inquieto, preocupado: esperaba su primer hijo, no tenía ni idea de qué tenía que hacer, de cómo iba a ser todo cuando el niño naciera y «no quería equivocarse».
Me llamó la atención que no fuese consciente de que YA estaba haciendo mucho. Mucho más de lo que muchos padres de hoy fuimos capaces de hacer. Ese chico estaba en un congreso sobre parto en el agua, método canguro, padres y emociones, sostenimiento de la madre.
Estaba simplemente siendo padre… aún cuando su bebé no había nacido. Estaba haciéndose cargo, compartiendo las implicaciones de una barriga que portaba su pareja y donde ya crecía su hijo. Por eso, en ocasiones, defendemos que uno empieza a ser padre desde el mismo deseo de serlo. Implicándose y participando de todas las etapas del proceso. Resulta a todas luces mucho más sencillo, y hace falta menos recorrido de reeducación personal, cuando el punto de partida de la pater/maternidad es compartido por ambos miembros de la pareja.
LAS MUJERES Y NUESTRO CAMBIO
Parte de lo que ha sucedido con el rol tradicional de hombre proveedor de recursos es que la mujer está diciendo basta. Una parte de la conciencia de cambio de muchos de nosotros, tenemos que agradecérselo a un tipo de mujer inconformista que no se resigna a vivir la maternidad en solitario sumándole, en pleno puerperio, la exigencia social de ser la mejor de las profesionales del mundo laboral. En este marco de pretendida igualdad, nuestras parejas se han hastiado de esperarnos.
Unas están cansadas de esperar a ver si nos quitamos el disfraz de Peter Pan y por fin crecemos, otras ya se han dado cuenta de que el disfraz se convirtió en piel y que el crecimiento no llegará. De pronto recuerdo aquel padre en la puerta del aula de mi hija. Cuando llegué donde estaban padre y maestra llegué a escuchar una parte del final de la conversación.
Él decía: «Se lo digo, se lo digo…. Ya hablo yo con ella. Es que esos temas los lleva ella, ¿sabes? Yo ni idea… Se lo digo, sí… Se lo digo. Gracias. Hasta mañana».
Siempre me quedará la duda de si la profe hablaba de la ropa o el pelo, de las tareas o de las extraescolares, de la autoestima o del sueño de su hija, del niñito que le gusta o de la amiga que la despreció en el patio, de los piojos o de la fiebre y el paracetamol… Nunca lo sabré. Pero sí tengo claro que ningún tema relacionado con tu hijo o hija, es un «tema de ella».
Cualquier tema es también un tema de «nosotros dos»: de las mujeres madres y de los hombres padres. Aquella escena de conversación cotidiana con la maestra, cada vez más habitual, es sólo el principio de un largo viaje. Un viaje de reconexión con nuestras emociones, con nuestro sentir. Un viaje que no es sencillo para muchos de nosotros, difícil y tortuoso por momentos, y en el que todavía no está la mayoría. Un viaje con pesadas maletas que fueron preparadas por otros y nosotros tomamos como propias.
Así las cosas, caminamos muchas veces solos, con mochilas que ya no nos sirven, con prisas, llenos de dudas e incertidumbre. Somos esos que, a veces, nos cruzamos en el patio de un colegio. Nos saludamos, sonreímos, no sabemos nuestros nombres… pero intuimos que somos parte de la solución, que estamos siendo parte de la última e incipiente revolución social.
La revolución de los padres que, junto con las madres, no sólo proveen, abastecen, deciden y dirigen. Los padres que se sientan, observan, sienten, quieren y disfrutan; se ocupan, se hablan, se equivocan, se alegran, se quedan.
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Testimonios...
FREDI PAVÓN, 43 AÑOS, ARTES GRÁFICAS. PADRE DE MAEL (23 MESES)
«No quiero perderme nada»
«Desde hace casi dos años soy padre, y deseo acompañar a Mael y a su mamá en todo momento. No debí ser ignorado en las visitas al ginecólogo (con una simple mirada de los profesionales me habría conformado) y mucho menos ahora en el pediatra. Quise asistir al curso de preparación al parto (y casi no lo consigo pues a la matrona “no le parecía bien que asistiéramos los papas”), por supuesto al parto (casi me lo pierdo, me sacaron del paritorio sin motivo y mi pareja tuvo que decir que “si no me llamaban, no empujaba”). No quiero perderme nada. Intento disfrutar al máximo del tiempo que estoy con él, cada baño, cada cambio de pañal, cada noche sin dormir, gritos, llantos, canciones, risas, carcajadas, juegos. Todo.»
ÁLEX MUÑOZ, 43 AÑOS, SANITARIO. PADRE DE ÁLVARO (6 AÑOS) Y GAEL (3 AÑOS)
«Necesitaba estar cerca de ellos»
«Mi papel era fundamental: necesitaba estar cerca de ellos. La figura paternal en esos momentos es un colchón para que la sincronía madre-hijo funcione. Había que proveer logísticamente la
madriguera, cocinar, vestir, lavar, filtrar visitas para garantizar el descanso de ellos dos y estar presente pero sin agobiar. En definitiva, disfrutar del espectáculo de verlos tranquilos. (…) Estábamos criando a nuestro hijo de manera distinta a la de nuestro entorno, y lo mantuvimos, haciendo caso a nuestro corazón. A pesar de los momentos duros que tuvimos que vivir, seguíamos confiando en nuestras sensaciones, y a día de hoy me siento orgulloso de cómo lo hicimos.»
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Texto: ALEJANDRO BUSTO CASTELLI es psicólogo, coautor del libro “Una nueva paternidad” y Director de Psicologia CEIBE
Foto: Ima Garmendia
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