Psicología ES
El otro nacimiento: Construyendo un Mapá
Este artículo es parte del libro "Una nueva Paternidad" de la Ed. Pedagogía Blanca ISBN 9788494174100
por Alejandro Busto Castelli
“…Afuera, nuestro mundo espera una nueva vida. Sólo una. Aquí, desordenado y tembloroso, aún no se que nacen dos cuando nace otro. Ellos tampoco…”
Estábamos a mediados de abril del año 2007, a poco más de un mes del nacimiento de Nicolás, nuestro primer hijo.
Yo me afanaba en los ratos libres que me dejaban los cursos, por arreglar el parterre del fresno centenario del jardín.
De pronto mi suegra que me miraba entre cansada y atónita me dijo: .-
“¿Por qué no dejas eso para las vacaciones que te van a dar ahora?”
El concepto vacaciones al que se refería mi suegra tenía que ver con que fui de los primeros “afortunados” Papás que gozó de 15 días de permiso de paternidad.
La respuesta me salió del alma: .- “¿Ah si? Y entonces quien se va a ocupar de Nico, ¿si yo soy el jardinero?” Con toda la naturalidad que le ofrecían años de cultura incuestionable me dijo: .-“tu mujer y yo” añadiendo un sonoro: .-“claro”.
Claro para ella, para mi suegro, la vecina octogenaria de enfrente y quizá para mucha gente, hombres y mujeres, de este y otros tiempos. Para mí: oscuro. Muy oscuro.
La anécdota no sólo me conecta con el rol de los Papás en la crianza y educación de sus hijos, un tema que ya abordamos en “El perro verde”, sino con mi propio desarrollo como Padre, es decir mi nuevo nacimiento.
¿Y entonces cuando nací? Hasta la llegada de Nicolás parecía fácil esa respuesta. Sigue siéndolo si atiendo a mi nacimiento como hijo. Hace 44 años nací como hijo de mis padres.
De la misma forma que tengo una guitarra hace muchos años y no soy guitarrista, el nacimiento de Nicolás no me convirtió en Papá. Mi nacimiento como Padre es mucho más vago, quizá se comenzó a gestar meses después, al hilo de una reflexión de la Mamá de Nico y Candela.
Psicóloga brillante y Madre consciente, a raíz de mi enésimo cansancio, queja y falta de conexión con Nico, me dijo: .- “¿que es lo que estás esperando para convertirte en padre?”. Ante mi falta de respuesta y mi rostro, ciertamente de enfado, añadió que no lo iba a conseguir así como así, si antes no cuestionaba el hijo que era. Saber que hijo fui, que hijo soy, para aprender a ser Padre. Dejar morir ese rol de medio hermano mayor de Nicolás, para nacer como Padre. Duro.
No, no me había convertido en el jardinero de la casa, pero tampoco en Padre.
No como me siento hoy, cerca de los 4 añitos de Nicolás y con mi Hada Candela revoloteándome y trayéndome una y otra vez a mi lugar.
Dicen que mi Padre nunca cambió un pañal, así que yo parecía haberle superado pese al desastroso primer intento con aquel meconio rebelde pegado al culo de Nico y a mis dedos. También superé el hito del baño y el darle de comer su puré y el de dormirle en brazos.
Y así pasito a pasito. Dormir juntos, aprender a respetarle como ser humano individual y diferente, preguntar que sentía cuando se golpeaba, en vez del manido .-“no ha sido nada”, cuestionar limites absurdos: .- “eso no se hace” y ni siquiera saber por qué.
Sentí un día que tenía que cambiar la letra de aquella nana de mi infancia. “Tortitas de manteca para Mamá que da la teta”…empezaba. Así que de las “tortitas de cebada para Papá que no da nada”, que era como continuaba, me pasé al para Papá que la acompaña.
Un amanecer distinto, Olga me dijo que creía que Nicolás nos llamaba Mamá a los dos. Tuve un primer revolcón del tipo: .- “¿pero como puede ser que no exista para él?”
Olga me miró con ternura, y tuve entonces un segundo revolcón, absolutamente emocional e intenso por lo que eso realmente significaba.
Nico me estaba diciendo lo contrario. Tal vez un sé que estás ahí, un te siento cerca.
Y lo hacía usando la palabra mágica, esa que para el hijo que fui y soy, sigue siendo mágica. Mamá.
La llegada de Candela a nuestras vidas en 2008 creó un nuevo dibujo, nuevas relaciones, y un nuevo sistema familiar. Sin duda terminó de ayudar a los comienzos de este Padre en búsqueda. Desde el principio fue más fácil para mí con ella. Estoy seguro que ese es el primer regalo, que sin saberlo, le ha hecho Nico a su hermana.
Durante la excendencia del 2010, Candela se lanzó a hablar.
En un giro inesperado el primer día que se refiero a mí, me dijo “Mapá”.
Como aquellas contracciones que ayudaron a parirles, mis hijos me ayudaron a nacer como Padre. A día de hoy ambos parecen haber entendido que he nacido y ando en la pelea del crecimiento. Me llaman Papá o Papi y esta bien. Muy bien.
Sin embargo resulta curioso. Como si supiera que parirse otra vez no es fácil, Candela sospecha que a veces el crecimiento se me hace difícil y duro. Desde una sabiduría que desconozco ella sabe que en ocasiones el niño que fui vuelve y su Papá aterrorizado huye.
Y es en esos momentos, cuando ella me rescata regalándome un tierno “Mapá”.
Y entonces regreso sereno, con la firme intención de seguir construyendo, para quedarme en sus vidas para siempre.
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