Psicología ES
Fernández, A.M. - Lo singular y lo colectivo
Texto extraído de "El campo grupal. Notas para una genealogía"
Antinomia individuo-sociedad
El problema de la relación de los individuos entre sí ha sido considerado desde diferentes puntos de vista. Podríamos denotar que las posiciones mas opuestas son: Por un lado, se considera al individuo, en tanto singularidad, como una realidad en si mismo; solo él percibe, piensa, ama u odia, se siente responsable, toma decisiones, etc. El grupo, la sociedad, lo colectivo serían generalizaciones teóricas que no tendrían otra consistencia que la realidad misma de ese individuo.
Por el otro, en cambio, el individuo como tal seria una entidad lógica. Únicamente el grupo, el colectivo, la sociedad son reales; solo a través de dicha realidad se hace presente la instancia individual. El individuo seria producto de su ambiente, seria un cruce de relaciones sociales.
En una como en otra posición, la relación individuo-sociedad esta pensada desde un criterio antagónico, ambas resuelven la compleja tensión entre lo singular y lo colectivo desde un paradigma disyuntivo, según la cual singularidad y colectividad conforman un par de contrarios. Se pueden puntuar dos formas típicas de resolver la tensión: el psicologismo y el sociologismo. El 1ero más frecuente en el pensamiento liberal, conserva la tendencia a reducir los conceptos sociales a conceptos individuales y psicológicos. El 2do es mas frecuente en el pensamiento socialista, y va en dirección reduccionista de los conceptos individuales a una idea globalizada de la historia y de la sociedad. El 1ero esta a favor de una idea abstracta de individuo, el 2do a favor de una idea abstracta de la sociedad.
Espacios
Se consideran dos espacios donde ha estado presente la preocupación por las relaciones y diferencias entre Individuos y Sociedades.
Espacio Científico-Académico: la oposición individuo-sociedad ha atravesado distintos campos disciplinarios, estas polémicas “clásicas” no sólo han constituido los debates fundadores de las ciencias humanas, por el contrario, pueden encontrarse aún hoy. Los primeros intentos para comprender, en el campo de la psicología, la problemática grupal, se organizaron en un traslado mecánico de conceptos de la psicología individual. Esta polemica se desarrolla en el cruce de un debate entre dos posiciones doctrinarias encontradas, la tesis individualista y la tesis de mentalidad de grupo.
Para la tesis individualista, los individuos constituyen la única realidad y tiende a negar la realidad de los grupos, en tanto sostiene que los procesos psicologicos ocurren tan solo en los individuos y estos constituyen las únicas unidades accesibles a la observación. El término grupo, constituye una ficticia abstracción cuando pretende algo más que referirse a la suma de reacciones reciprocas de los individuos. Para la tesis individualista, no existen los grupos, “grupo” será un termino colectivo que hace referencia a una multiplicidad de procesos individuales. En síntesis no existe en los grupos, instituciones, sociedades, nada que no haya existido previamente en el individuo.
La noción de mentalidad de grupo implica, que, cuando los seres humanos viven y actúan en grupo, surgen “fuerzas y fenómenos” que siguen sus propias leyes y no pueden ser descriptos por propiedades que componen a los individuos. Ésta noción intenta explicar la frecuente observación por la cual muchos acontecimientos colectivos, exiben una dirección definida, se desarrollan y mantienen a menudo sin relación con las intenciones de los individuos, atribuyendo intencionalidad al proceso. Ésta “mente de grupo” sería cualitativamente análoga a la “mente individual aunque cuantitativamente supraindividual”. Entonces, el grupo es pensado como un supraindividuo, con los mismos mecanismos de funcionamiento interno. Es importante subrayar que la antinomia clásica de las ideas sociales (la relación individuo-sociedad) se encuentra implícita en toda concepción sobre lo grupal, y generalmente determina el pensamiento sobre los grupos. Opera como un verdadero a priori conceptual, como premisa implícita desde donde no se piensa la articulación de los singular y lo colectivo, sino también se lee al conjunto de los acontecimientos grupales.
En general estos a priori hacen posible la “resolución” de la tensión de los pares antinómicos, los cuales desde su constitución se despliegan en tres pares de opuestos: individuo-sociedad, naturaleza-cultura, identidad-diferencia. Cuando esta tensión es “resuelta” puede observarse con frecuencia que suele producirse desde criterios dicotómicos.
Las teorizaciones que colocan a los grupos humanos como campos de mediaciones entre individuos y sociedad, suelen reproducir sin revisar las propiedades antinómicas de éstos términos, y, en tanto parten de dos conjuntos de opuestos. Desde éste punto, los grupos y las instituciones solo son pensados como puentes o instancias mediadoras.
El a priori conceptual opera en los diferentes discursos sobre la grupalidad, de la siguiente manera: por un lado la especificidad de lo grupal la aportan los individuos que lo forman (habrá que estudiar individuos en grupos). Por el otro la especificidad de lo grupal es aportada por un plus a los individuos agregados (habrá que estudiar grupos).
Espacio ético-político: la antinomia individuo-sociedad tiene una inscripción ético-filosófica de gran importancia en el plano político. Su origen moderno ha planteado como diyuntiva ético-política la pregunta sobre que habrá que priorizar: por un lado intereses grupales, por el otro lado intereses individuales.
La relación Grupo-Sociedad
La relación grupo-sociedad es generalmente encarada desde una perspectiva de relaciones de influencia, donde las diferentes posiciones varían según otorguen una mayor o menor grado de influencia de los social sobre los movimientos de un grupo. Igualmente en todas ellas lo social se ubica como algo exterior al grupo. Una variante de esta forma de pensar es platearse la relación grupo-sociedad en términos de interacción mutua.
La antinomia individuo-sociedad forma parte de un conjunto de pares antinómicos. El pensar la tensión entre lo singular y lo colectivo desde esta antinomia opera como a priori conceptual en las diferentes concepciones sobre lo grupal. En el intento de desdibujar el sentido antinómico de la tensión entre lo singular y lo colectivo es que resulta pertinente repensar la noción por la cual los grupos constituyen un campo de mediaciones entre individuos y sociedades. Ésta sería una solución de compromiso válida en su momento. Ésta noción de los grupos, como campos de mediaciones ha intentado “resolver” la tensión entre lo singular y lo colectivo a través de la categoría de intermediación.
Puede encontrarse fuerte tradición en cierta forma de reduccionismo psi, en aquellas corrientes que centran su análisis de los acontecimientos en las interacciones entre sus integrantes, produciendo un enfoque de los grupos plegados sobre si mismos, donde se abre visibilidad con respecto a sus colecciones, liderazgos e interacciones de roles. Pero se invisibiliza los atravesamientos institucionales, sociales e históricos.
Otra manera de resolver la tensión aludida, suele ser la negación de la especificidad de los acontecimientos grupales. El dispositivo grupal es visualizado como un espacio de despliegue de singularidades, excluyendo toda posibilidad de especificidad en el agrupamiento en si mismo.
La categoría de intermediario
Esta caracterización de los grupos como mediadores, como espacios intermedios entre individuos y sociedades lleva implícito cierto concepto operativo a través del cual habrá que buscar relaciones, puentes articuladores. Esta noción articuladora es el concepto de intermediario. Muchas son las formas que los reduccionismos pueden presentar. Tanto las teorizaciones como el lugar de la coordinación suelen oscilar entre dos ficciones: la figura del gran individuo o el espejismo de los grupos como intencionalidad. En este sentido se vuelve necesario un cambio de paradigma, de un criterio antinómico de individuo versus sociedades, hacia una operación conceptual que pueda evitar una falsa reducción y se permita sostener la tensión singular colectivo.
Problema epistémico
Desde el punto de vista de la cátedra se enuncia la necesidad de pensar lo grupal como un campo de problemáticas atravesado por múltiples inscripciones: deseantes, históricas, institucionales, políticas, económicas, etc. Lo grupal en un doble movimiento teórico: el trabajo sobre sus especificidades y su articulación con las múltiples inscripciones que lo atraviesan. Nueva manera de pensar lo uno y lo múltiple, intentando superar la lógica del objeto discreto, abriendo la reflexión hacia formas epistémicos pluralistas transdisciplinarias.
Proyectos de este tipo solo pueden desplegarse si se interrogan críticamente la epistemología de los ciencias positivas, en la cual aún se fundamentan las ciencias humanas. Tal epistemología supone un objeto discreto autónomo reproducible, no contradictorio y unívoco.
La aparición de propuestas transdisciplinarias da cuenta del surgimiento de otras formas del abordaje de la cuestión, así como la necesidad de utilizar criterios epistemológicos pluralistas. Habla de la resistencia de ciertos procesos a su simplificación unidisciplinaria y sugiere la oportunidad de los desdibujamientos de individuos y sociedades. Por otro lado pone en jaque las configuraciones hegemónicas de ciertas disciplinas reinas, tiene como una de sus premisas más fuertes la implementación de contactos locales y no globales entre los saberes.
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