LA MIRADA DE WALT WHITMAN: EXISTENCIA Y MUERTE.
Psicología ES

LA MIRADA DE WALT WHITMAN: EXISTENCIA Y MUERTE.



Dedicado a mi amiga Fina...
quién ya ha atravesado el portal de la muerte,
rumbo a "sus dominios soberanos, oscuros, ilimitados".

Hace ya varios años que monté un video (lo podéis ver al final de estas palabras) que he mostrado en diferentes ocasiones en un pequeño taller de poesía y música y que parte de un pequeño trabajo sobre unos versos de Walt Whitman, a partir de ahora Walt, y del rapto de mi atención por una foto del poeta... más concretamente por su mirada. Recordé en aquellos momentos, justamente por el tema de la mirada, unos versos de Hojas de Hierba, del conjunto de poemas correspondientes a "A la vera del camino" y que dicen:

ME SIENTO A CONTEMPLAR

Me siento a contemplar todos los dolores del mundo, y toda la
            opresión y la vergüenza,
oigo los sollozos convulsivos, secretos, de los jóvenes en
            conflicto con ellos mismos, arrepentidos de sus actos,
veo en el arroyo a la madre ultrajada por sus hijos, que muere
            abandonada, extenuada, desesperada,
veo a la mujer ultrajada por su marido, veo al infame seductor
            de las jóvenes,
observo el encono de los celos y del amor desdeñado que intenta
            ocultarse, veo estos espectáculos sobre la tierra,
veo los efectos de las batallas, de la peste, de la tiranía, veo a
            los mártires y prisioneros,
observo el hambre en el mar y a los marineros echando suertes
            para ver cual morirá para salvar la vida de los otros,
observo las humillaciones y degradaciones impuestas por los
            orgullosos a los obreros, a los pobres, a los negros;
todas estas cosas, todas las vilezas y agonías sin fin me siento
            a contemplar,
a ver, a oír, y permanezco mudo. [1]

Relacionado con este poema, y unos pocos versos antes, nos encontramos con los conocidos de "Oh mi yo!, ¡Oh vida! y que dicen:

¡Oh mi yo! ¡Oh vida! de sus preguntas que vuelven,
del desfile interminable de los desleales, de las ciudades llenas
            de necios,
de mí mismo, que me reprocho siempre (pues, ¿quién es más
            necio que yo, ni más desleal?),
de los ojos que en vano ansían la luz, de los objetos
            despreciables, de la lucha siempre renovada,
de los malos resultados de todo, de la multitudes afanosas y
            sórdidas que me rodean,
de los años vacíos e inútiles de los demás, yo entrelazado con
            los demás,
la pregunta ¡Oh mi yo!, la pregunta triste que vuelve - ¿qué
            de bueno hay en medio de estas cosas, oh, mi yo, oh 
            vida?

Respuesta

Que estás aquí - que existen la vida y la identidad,
que prosigue el poderoso drama, y que puedes contribuir con 
            un verso.

La mirada de Walt, como la misma mirada del doctor Borg, de la película Fresas salvajes en nuestro comentario dedicado a los poemas últimos de Hölderlin, es esa mirada que identifico con la  mirada compasiva, la mirada que finalmente parece profundizar en la complejidad de la condición humana, la mirada que se alcanza con la experiencia vital y la conciencia abierta, siempre abierta a esa experiencia. La mirada que comprende y finalmente aprehende la dificultad del ser humano arrojado a los avatares de la existencia, partícipe del "poderoso drama" al final de la cual nos aguarda la siempre misteriosa y aterradora muerte. La misma mirada que, no obstante, se extasia cuando contempla la no menos misteriosa y majestuosa creación de la cual formamos intrínsecamente parte y de la que el privilegio de la consciencia nos ofrece su contemplación. Así, muy poco antes de morir, Walt escribió los siguientes versos:

GRANDIOSO ES LO VISIBLE.

Grandioso es lo visible, la luz, para mí - grandiosos son el cielo
             y las estrellas,
grandiosa es la tierra, y grandiosos y perdurables el tiempo y
             el espacio,
y grandiosas sus leyes, tan multiformes, desconcertantes,
             evolucionarias,
pero más grandiosa, mucho más, el alma mía invisible, que
             abarca, que enriquece todas esas cosas,
que ilumina a la luz, al cielo y las estrellas, que penetra
             en la tierra, que navega en los mares
(¿qué sería todo eso, en verdad, sin ti, alma invisible?, ¿de qué
             valor sin ti?)
Más evolucionaria, vasta, desconcertante, oh, alma mía!
más multiforme aún - más perdurable tú que todas ellas -.

Al final de su vida el poeta escribe Murmullos de una muerte celestial, y desde entonces escribe a menudo sobre la muerte. A éste este conjunto poético le siguen los Del mediodía a la noche estrellada, Cantos de despedida, Horas de un septuagenario y finalmente Adiós mi fantasía. Walt mira a la muerte con la misma mirada que mantuvo en su vida y la mira como sólo se puede mirar la muerte, la mira en su totalidad, con el terror implícito en el fin, más también como el retorno a aquello de lo que se surgió y, así, la mirada de Walt mira la muerte también de una manera maternal. Por un lado el terror y la nostalgia del abandono de la vida:


AL ACERCARSE LA HORA.

Al acercarse la hora se enlobreguece una nube,
y un terror de no se de qué me cubre con su sombra.

Partiré, atravesaré los Estados un instante, pero no puedo decir hacia
              dónde o cuanto tiempo,
acaso pronto, un día o una noche, estando yo cansado, se
              apagará de súbito mi voz.

¡Oh libro, Oh cantos! ¿No han de llegar las cosas si no a esto?
¿Tenemos que llegar apenas a este comienzo nuestro? y, sin
               embargo, esto basta, oh alma.
¡Oh, alma!, nos hemos aparecido sin duda - eso basta.



Y por otro, esa entrada en lo materno, el retorno al seno del cual surgimos:

A TU PORTAL VENGO, MUERTE.

A tu portal, vengo, muerte,
quiero penetrar en sus dominios soberanos, oscuros, ilimitados,
llegar a los recuerdos de mi madre, a la identidad divina, a la
               maternidad...

PORTALES.

Para que son los portales de lo conocido, sino para ascender
               y penetrar en lo desconocido'
¿Y para qué los de la Vida, sino para la Muerte?

La mirada de Walt, esa mirada compasiva con la experiencia del existir del ser humano, con sus dificultades, horrores y belleza, es la mirada que aprehende la totalidad de la existencia, o dicho en otras palabras, la creación animada por el alma, es la mirada de la indiferencia entendida como la entendemos en Gestalt, la mirada de la indiferencia creativa que tan certeramente describe el poeta Joan Margarit, quien de alguna manera vuelve a Hölderlin en la cuestión de la distancia y la profundidad de campo:

La vida nos acostumbra, más allá del mezzo del cammin, a la presencia de lejanías, tanto si miramos hacia atrás, como si lo hacemos hacia adelante. A medida que vamos envejeciendo eso se acusa, claro está, hasta que un día nos damos cuenta que las lejanías ha ido desapareciendo y que, mires donde mires, todo es igual de cercano. No es una sensación en absoluto desagradable, porque significa que, después de jugar toda la vida en contra de tantas fuerzas, uno empieza a tener de su banda una de las más poderosas del universo, que es la indiferencia. Pero indiferencia en el sentido de una falta de sentimiento a favor o en contra, y aplicable entonces, tanto a una persona como a una estrella. No indiferencia en el sentido de falta de interés, contigua con el significado de la palabra egoísmo. La indiferencia a la que me refiero ahorra la angustia por lo que no es fundamental, y para lo que es ineluctable, aquello que siendo importante, incluso trascendente, no podrá cambiar nunca. Vecina de la lucidez, nos libera justamente de aquello que es superfluo y de lo que es inútil. [2] - traducido del catalán -

Amiga, no sé si tu alma estará en algún cielo o se reencarnará (se que te gustaría hacerlo en gato), no sé si se unirá al Tao original o si habrá alcanzado algún nirvana, no lo sé, pero yo sigo con mi querido Walt y prefiero imaginar tu alma como una ligera pluma suspendida en el vacío, sorprendiéndose ante el continuo misterio que te aguarda ahora, al cruzar el portal de la muerte:





Esta es tu hora, oh, alma, tu libre vuelo hacia lo inefable,
lejos de los libros, lejos del arte, abolido el día, concluida la
              lección,
sales y te muestras silenciosa, contemplativa a meditar en los
              temas que más amas,
la noche, el sueño, la muerte y las estrellas.









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[1] Todos los poemas de Walt Whitman corresponden a la traducción de Francisco Seguí de Hojas de hierba para Editors, S. A.
[2] Margarit, Joan. Des d'on tornar a estimar. Editorial Proa, pág. 103

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