Rasgos psicopáticos y conducta agresiva y antisocial
Psicología ES

Rasgos psicopáticos y conducta agresiva y antisocial


Algunos de los asesinos más crueles, ya sean reales como Jack el destripador o ficticios como Hannibal Lecter, no responden al perfil agresivo al que dediqué una entrada anterior (ver aquí). En este caso estaríamos hablando de una conducta agresiva que tiene un origen diferente al de la agresión reactiva, y tendríamos que hablar de agresión instrumental o, mejor aún, de psicopatía.

Los sujetos con rasgos psicopáticos muestran una conducta agresiva y antisocial muy severa y también muy estable a lo largo de la vida, puesto que suele comenzar en la infancia y mantenerse hasta la adultez avanzada. A diferencia de la agresividad reactiva, estos sujetos desarrollan una agresividad instrumental muy fría y calculada que puede servirles para conseguir sus objetivos personales sin tener en cuenta las necesidades de los demás. Algunos autores atribuyen a estos personajes 3 características:

-Un factor afectivo caracterizado por frialdad emocional y escasa empatía y responsividad a las emociones de los demás (callous-unemotional traits CU).

-Un estilo interpersonal arrogante que implica una personalidad narcisista y una conducta manipuladora.

-Un estilo conductual impulsivo e irresponsable.

La mayoría de estudios encuentran una importante base genética en la disfunción emocional que presentan estos sujetos, y aunque no se conocen aún los genes concretos que pueden estar implicados, existe cierto consenso con respecto a las estructuras cerebrales que desempeñan un papel importante en el desarrollo de la conducta psicopática. El rol estelar corresponde a la amígdala, por su implicación en el aprendizaje evitativo. Otras áreas cerebrales serían la corteza medial órbito frontal y la la corteza prefrontal ventromedial. Todas esas estructuras tienen que ver con el aprendizaje de la asociación entre estímulos y castigos, y también con el reconocimiento de emociones de temor y tristeza en otras personas.



Diversos estudios han encontrado que los sujetos con rasgos psicopáticos presentan una activación menor de la amígdala, y una menor conectividad entre ésta y la corteza prefrontal ventromedial en tareas de condicionamiento aversivo y de reconocimiento de emociones negativas. También se ha encontrado que estos sujetos, especialmente los que muestran más frialdad emocional (CU), tienen unas expectativas de resultados más positivos en situaciones agresivas con los iguales, más conductas de búsqueda de excitación y sensaciones, menos miedo en situaciones de peligro, y también menos ansiedad. Todo eso parece llevarles a no tener en cuenta a la hora de actuar ni la posibilidad de experimentar un castigo, ni el más que probable daño causado a los demás, y persiguen exclusivamente sus propios intereses y beneficios.

La heredabilidad de los rasgos psicopáticos y la existencia de mecanismos cerebrales implicados no deben llevarnos a una actitud derrotista con respecto a la posibilidad de intervenir. Sabemos que durante la infancia estos sujetos muestran déficits temperamentales en reactividad emocional que ponen trabas al desarrollo normal de la empatía, la conciencia y el sentimiento de culpa, y que pueden beneficiarse especialmente de estilos parentales caracterizados por el afecto, la cooperación, el apoyo y la responsividad. Pero que también precisarían del uso de una disciplina consistente y con ciertas dosis de autoritarismo, es decir, la escasa reactividad emocional de estos menores y su desinhibición conductual requeriría de métodos de socialización sólidos si se quiere conseguir que interioricen las normas familiares y que desarrollen una conducta prosocial.

Recordemos que Norman Bates, el psicópata que Alfred Hitchcock inmortalizó en Psicosis, tenía mucho que recriminarle a su madre, ya que el trato que recibió de ésta en su infancia no había sido el más adecuado. Si hubiese disfrutado de otro ambiente familiar, es posible que Norman no hubiese tenido esas “manías” tan peculiares. Aunque, es evidente que la película habría perdido mucho interés si el protagonista hubiese sido un apacible propietario de motel dedicado en sus ratos libres al cuidado de bonsáis.





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