Psicología ES
Sobre la tarea de educar
Recojo en una librería el ejemplar gratuito de la revista Mercurio, que suele ofrecer interesantes artículos y revisiones sobre el panorama de la literatura actual. En este caso mi interés es mayor ya que incluye un monográfico sobre la tarea de educar. Cuando abro la revista esperando encontrar opiniones sobre el asunto a cargo de algunos especialistas en el tema me llevo la sorpresa de que el artículo que abre el monográfico corre a cargo de Antonio Muñoz Molina, sin duda uno de nuestros mejores escritores actuales, pero cuya vinculación con el mundo educativo es por mí desconocida. Tras su lectura mi perplejidad es aún mayor, ya que sus opiniones sobre la educación no son muy diferentes a la del quiosquero de mi barrio, aunque mejor expresadas, eso sí. Es decir, una serie de tópicos manidos y un ataque desaforado a los pedagogos de nuestro país que reflejan un profundo desconocimiento del mundo educativo. Teniendo en cuenta la admiración que siento por el autor de Sefarad, este artículo me deja bastante descolocado y me pregunto cómo puede la misma persona realizar análisis de tan diferentes niveles de profundidad. La respuesta la podríamos encontrar en los estudios postpiagetianos, que han puesto de manifiesto que el contenido de un determinado asunto o problema y nuestra familiaridad con él influyen claramente en la calidad de nuestro pensamiento al respecto y en su resolución.
La principal justificación de su embestida contra el colectivo de profesionales de las ciencias de la educación parece ser la responsabilidad que Muñoz les atribuye en muchos de los cambios en la legislación educativa acontecidos en España. La desinformación del novelista es importante si tenemos en cuenta que los principales cargos en el Ministerio de Educación cuando se implantó la LOGSE estuvieron asumidos por catedráticos de física (Pérez Rubalcaba), o psicología evolutiva y de la educación (Álvaro Marchesi, César Coll, Jesús Palacios). Esta desacreditación generalizada de todo un colectivo profesional parece más bien fruto de cuestiones personales, por mí desconocidas, y de una atribución equivocada de responsabilidad. ¿O es qué resulta más arriesgado arremeter contra la psicología educativa y sus profesionales?
Prosigo la lectura del monográfico y mi pasmo aumenta, ya que el siguiente artículo es una entrevista al juez de menores Emilio Calatayud. En este caso ya conocía algunas de sus opiniones sobre la educación en la familia y escuela, por lo que no puedo decir que me produzcan sorpresa. Este excelente juez lleva varios años difundiendo sus ideas por diferentes medios de comunicación y que se basan en su experiencia con una población muy sesgada, por lo que la generalización a partir de ella resulta cuanto menos muy arriesgada. No es extraño que esa experiencia le lleve a considerar que el principal problema de la juventud actual es el exceso de permisividad, por lo que reclama el rescate de las figuras de autoridad en los ámbitos familiares y escolares. Bien, no digo yo que no tenga parte de razón, pero también me parece que el análisis de la realidad educativa que realiza el juez es bastante simplista, y que nuestros jóvenes necesitan algo diferente a volver a la mano dura. Calatayud está en su pleno derecho a expresar su opinión en los medios, lo que resulta preocupante es que voces mucho más autorizadas para hacerlo tengan menos oportunidades, y es que hay que reconocer que el show del juez tiene mucho gancho mediático: tópicos e ideas simples expresadas con gracia y lenguaje asequible.
La opinión de otro de los autores, Ricardo Moreno, no es muy diferente a la de Muñoz Molina, aunque en este caso se trata de un profesional de la educación. La reflexión de Moreno gira alrededor de una opinión que él atribuye a “eminentes pedagogos”: la de que no se debe educar a los alumnos para ser acríticos y obedientes, y que él tergiversa y manipula, equiparando la inteligencia crítica, que sin duda debe ser un objetivo importante de la educación, con la desobediencia y falta de respeto a la autoridad. Parece que al profesor Moreno se le paró el reloj en los tiempos de Summerhill, ya que ninguna corriente educativa actual, que yo conozca, rechaza la importancia de la promoción de valores y el respeto a las normas. A partir de ahí, toda la argumentación de Moreno cae por su propio peso, situándose en niveles claramente convencionales de acuerdo con la propuesta de desarrollo moral que formuló Lawrence Kohlberg.
El siguiente artículo, a cargo de José Antonio Marina, es más sensato y fundamentado, y no podría ser de otra manera si tenemos en cuenta que estamos ante un intelectual que lleva años adentrándose en los entresijos de los asuntos educativos. Como contrapunto a los autores anteriores, Marina afirma “un libro de pedagogía es un tratado sobre la transfiguración de la realidad humana”. No obstante, uno empieza a cansarse de leer siempre a los mismos opinantes, y es que Marina está omnipresente.
La reflexión de Justo Serna, que figura a continuación, es más literaria, y a partir del ejemplo de la experiencia del protagonista de “El espejo del mar”, de Joseph Conrad, destaca la importancia de padres y educadores como figuras que den ejemplo a los jóvenes sobre cómo navegar en las revueltas e imprevisibles aguas del mundo actual.
Finalmente me sorprende ver que el artículo que cierra el monográfico corre a cargo de Jose Manuel Sánchez Ron, y temo que me ocurra lo mismo que me ha pasado con la lectura de la reflexión de Muñoz Molina: que se me caiga un mito. Pues nada de eso, ya que este prestigioso historiador de la ciencia, es sin duda un intelectual mucho más sólido como para desbarrar tanto, y se limita a exponer las ideas sobre educación de Bertrand Rusell. Probablemente Sánchez Ron ha debido acordarse de que el refranero contiene algunas sugerencias y consejos interesantes acerca de la prudencia en el terreno de la opinión sobre asuntos que no conocemos bien, tales como “zapatero a tus zapatos” o "en boca cerrada no entran moscas".
Seguramente en este país nos iría mucho mejor si cada uno se dedicara a lo que realmente sabe hacer bien.
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