Psicología ES
Manifiesto pedagógico "No es verdad"
Acabo de recibir por e-mail una copia del manifiesto pedagógico “No es verdad” que ha comenzado a circular por internet promovido por la Red IRES (Investigación y Renovación Escolar). Después de leerlo con detenimiento añado mi firma en apoyo del documento, pues estoy básicamente de acuerdo con lo que en él se dice.
El manifiesto circula a contracorriente de una idea muy extendida, la de que la escuela española se está deteriorando a pasos agigantados. La opinión no puede decirse que sea nueva, ni exclusiva de nuestro país, ya que en bastantes momentos históricos reaparece entre la población adulta la idea de que “cualquiera tiempo pasado fue mejor”, probablemente, porque cuando las cosas no funcionan tan bien como esperábamos surge en el ser humano el miedo a lo novedoso y el impulso a volver al pasado. La memoria humana es una gran fabuladora que tiende a colorear de rosa los recuerdos: las costumbres, las relaciones adultos-jóvenes, la disciplina en el aula, la ortografía, la forma de divertirse,….todo era mejor en ese pasado idealizado. Y esta añoranza de tiempos pretéritos no afecta sólo a quienes tienen una ideología conservadora, como podría esperarse, pues el virus no parece discriminar en función de posiciones políticas.
En realidad ese supuesto deterioro educativo no se basa en alguna evidencia empírica y la mayoría de las veces son meros juicios de valor poco fundamentados. Pero eso no evita que esas concepciones ingenuas alcancen una gran difusión entre la población general, incluso entre muchos educadores. Aunque, el hecho de que una opinión esté muy generalizada no la hace más veraz, como el Sol no giraba alrededor de la Tierra cuando sólo algunos pensaban lo contrario. Un ejemplo claro de la aceptación popular de esa concepción dramática de la situación de la educación en nuestro país fue un documento que hace algún tiempo circuló por la red: “El panfleto antipedagógico”. Se trataba de una retahíla deshilvanada de tópicos, juicios de valor e inexactitudes con ningún tipo de sustento empírico, pero que tuvo una acogida bastante calurosa entre muchos educadores. El mero título era ya bastante revelador, “antipedagógico”, pues más que defender un tipo de orientación pedagógica concreta era una oposición frontal a la pedagogía, a sus profesionales y a los de áreas cercanas. En la introducción se podía leer “nunca ha gastado tanto la Administración en mantener a expertos, equipos, gabinetes y psicólogos que asesoren a estudiantes y profesores, y nunca han sido los conocimientos de los primeros tan ridículos” No puede decirse que fuera un comienzo como para hacer amigos entre esos expertos. Tal vez las Ciencias de la Educación, como otras ciencias sociales, no tengan la rigurosidad de ciencias más “duras”, pero calificar los conocimientos acumulados a lo largo del último de siglo de ridículos, descalificaba por completo tanto al autor como a su engendro.
El manifiesto “No es verdad”, es en cierta forma una reacción ante muchas de las mentiras que recogía el panfleto, y que también oímos en boca de personajes con cierto impacto mediático que, la mayoría de las veces desde un desconocimiento profundo de la escuela –“tengo un amigo que es maestro y me cuenta…”- se arrojan a la piscina con escasa agua. En él se recogen muchas ideas interesantes, como que no es verdad que la escuela no funcione como debiera debido a la introducción de innovaciones metodológicas, ya que, muy al contrario, la escuela sigue anclada en métodos y contenidos del pasado: transmisión directa de contenidos inconexos, desfasados e irrelevantes, aprendizaje mecánico y repetitivo, evaluación selectiva y sancionadora, etc. Tampoco es verdad que los alumnos de ahora sean peores que los de antes; ni que hayan bajado los niveles de exigencia, ya que los contenidos tienden a aumentar de un año al siguiente. Por supuesto, no es verdad que haya un exceso de formación psicopedagógica en el profesorado, aunque muchos piensan que cuanto menos formación mejor, ya que a un profesor de física o de matemáticas se le supone una capacidad innata para la transmisión de conocimientos, y las modernidades educativas no hacen otra cosa que enredar.
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